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02 junio 2010

OPINIÓN: Sin una moneda de calidad, no habrá crédito bancario


2-6-2010 - En la Argentina, el crédito bancario tiene una bajísima relación con el valor de la producción, aproximadamente el 12 por ciento del producto bruto interno (PBI), relación excepcional a nivel mundial.

Ese bajísimo nivel de crédito al sector privado es una de las razones por la cual la crisis financiera internacional tuvo poco efecto en nuestro país. Claro está que el costo del bajo crédito significa menos casas, menos inversión en el sector privado, altos impuestos, etcétera.

Ahora bien, tanto la política como las corporaciones empresarias saben de sus malas consecuencias y pretenden resolverlas, ya sea con la creación de bancos estatales como con las acciones que pueda adoptar el Banco Central de la República Argentina (BCRA).

En una palabra, el criterio es que lo que los bancos no ofrecen lo puede ofrecer el Estado (pese a la existencia de la banca pública). Por lo tanto, una estatización directa o indirecta de la intermediación financiera sería la respuesta a la falta de crédito al sector privado.

Esta solución es una de las tantas "supersticiones" económicas de la clase dirigente argentina. También es posponer un tratamiento racional de un tema que puede afectar poder y dinero.

El primer requerimiento para que exista crédito bancario es que antes haya ahorro bancario. Las instituciones financieras son "intermediarias" entre el ahorro y el crédito. Pero sin ahorro financiero no puede haber crédito financiero; aquí y en el mundo entero, ahora y siempre.

El enfoque del problema es entonces determinar la razón del bajo ahorro financiero local, lo cual supone saber por qué el ahorrista tiene ese comportamiento.

Básicamente, los argentinos no consideramos al peso como reserva de valor de mediano y largo plazo. La alta inflación, las tasas negativas de interés, las expropiaciones, etc. son antecedentes que expulsan el ahorro financiero en pesos argentinos. No tenemos dinero propio "confiable"; por lo tanto, no habrá crédito en nuestra moneda.

Ante la larga historia de la baja calidad del dinero local, los ahorristas, tanto las personas físicas como las empresas, han cambiado su moneda dejando los pesos como moneda transaccional, y el dólar o el euro, como reserva de valor y unidad de cuenta. Prácticamente todas las grandes transacciones se hacen y valúan en moneda extranjera, específicamente el dólar estadounidense. El segmento más relevante y frecuente es el inmobiliario.

Quiere decir entonces que conviven dos monedas, una local, sujeta a todo tipo de riesgos jurídicos fácticos, y otra, el dólar, que mitiga esos mismos riesgos.

De todo esto se deduce que el Estado debe poner primero su atención en el sistema monetario y luego en las regulaciones crediticias. Los créditos con tasas subsidiadas en pesos no son la solución, muy poco para muchos o mucho para muy pocos.

Subsidios y corrupción

Las distorsiones económicas de largo plazo y la corrupción asociada a los subsidios ya son por todos conocidas.

Uno de los problemas por resolver es el hecho de no aceptar que estamos "en el mundo" y que las "supersticiones" sin competitividad del sector privado nos llevan a aumentar la pobreza relativa.

La situación internacional explica nuestro actual crecimiento, (bajísimas tasas de interés con precios de las materias primas duplicados respecto de la década pasada) e impide ver los problemas que estamos acumulando: inflación, alto costo del capital, rigideces laborales, aumento de la pobreza, etcétera.

No habrá crédito bancario si no existe un dinero local de alta calidad. Este es el debate de fondo.

La dolarización general, y especialmente del mercado de capitales, deja de lado los pesos estimulando el reclamo devaluacionista.

El peso, por su debilidad intrínseca, crea todas las condiciones para elevar el costo del capital.

Ante esta realidad, la estatización de la banca o las acciones más directas del Banco Central para crear más crédito podrán lograr muy poco.

La cuestión de fondo es recrear el vetusto sistema monetario argentino, proveyendo a la sociedad calidad en su función de reserva de valor y unidad de cuenta.

Fuente: Para LA NACION.com - Alejandro M. Estrada
El autor es director ejecutivo del Banco Privado


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