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26 junio 2010

OPINIÓN: La economía no tiene banca


26-6-2010 - En los últimos siete años la economía creció mucho, hubo fuerte creación de empleo, disminuyeron la pobreza y la indigencia, se multiplicaron las exportaciones y el Banco Central acumuló enorme cantidad de reservas, entre otros tantos logros. Pero hay dos variables económicas fundamentales que se han recuperado muy poco: el nivel de depósitos y, consecuentemente, la capacidad prestable del sistema bancario.

A fines de 2002, luego de la confiscación a los depósitos en dólares, las colocaciones a plazo fijo en pesos por parte de privados estaban en un mínimo de 19.000 millones de pesos, que equivalía a nada más que el 5,5 por ciento del Producto Bruto Interno de entonces. Si bien a partir de 2003 volvieron a crecer hasta alcanzar ese año el 8 por ciento del PBI, de ahí en adelante se mantuvieron en torno a esa proporción bajísima. Ahora hay colocaciones a plazo fijo de privados por alrededor de 90.000 millones de pesos, un 7,5 por ciento de lo que la economía produce en un año.

Considerando el total de depósitos privados (210.000 millones de pesos), y no sólo los de plazo fijo (90.000 millones), en proporción al PBI representan un 17 por ciento, un tercio que en Brasil y una cuarta parte que en Chile.

Obviamente, el nivel de crédito en la Argentina es acorde con la baja capacidad prestable que surge de los depósitos. El total del crédito al sector privado (familias y empresas) equivale al 12 por ciento de lo que produce la economía, mientras que en Brasil es el triple y en Chile el quíntuple.

Es indiscutible que esos muy desfavorables resultados comparativos tienen bastante que ver con las dos grandes estafas que sufrieron los depositantes: el Plan Bonex a fines de 1989 y la confiscación de 2002. Pero ya pasaron más de siete años y no se evidencian mejoras significativas.

La situación podría ser peor si se tiene en cuenta que desde hace bastante tiempo el rendimiento de los depósitos a plazo fijo no cubre el aumento del costo de vida. Actualmente, la tasa de interés por colocaciones de sumas elevadas apenas supera el 10 por ciento anual, es decir que sólo alcanza a cubrir alrededor de la mitad de la inflación proyectada. Sin embargo, a pesar de que la tasa real es negativa, el dinero depositado a plazo por los privados no disminuye sino que viene subiendo: ahora hay aproximadamente 90.000 millones de pesos, lo que representa un 30 por ciento más que en diciembre de 2008 (es una suba en términos absolutos, ya que en relación al PBI la proporción se mantiene).

Una primera explicación a ese comportamiento es que el dólar –la otra alternativa que tiene a disposición un ahorrista típico– ha dado resultados aún más bajos que la tasa de interés. La divisa estadounidense subió a lo largo de 2009 menos del 10 por ciento, en lo que va de 2010 subió nada más que 3,5 por ciento, y nada indica que en el corto plazo vaya a pegar algún salto.

Por el contrario, con reservas que ya rozan los 50.000 millones de dólares (aun cuando en los últimos meses se usaron más de 2.000 millones para pagar deuda externa a organismos internacionales y a tenedores privados) y un superávit estimado en la balanza comercial de este año no inferior a los 10.000 millones de dólares (en los primeros cinco meses del año se registró un saldo a favor de 6.150 millones a pesar del gran salto en importaciones), parecen estar dadas las condiciones para que el Gobierno continúe utilizando al tipo de cambio como ancla para evitar que la inflación se acelere.

En este sentido, se está cristalizando una relación de interdependencia poco virtuosa entre la inflación y el dólar: el aumento de precios erosiona el tipo de cambio real, y en forma simultánea la política de ajustar el dólar menos que los precios es un elemento clave para frenar la inflación.

De lo anterior se desprende otra explicación posible para el comportamiento de los ahorristas que depositan pesos a plazo fijo. Debido a que el dólar aumentó menos que la tasa de interés, el rendimiento de los depósitos en pesos medido en dólares ha sido positivo, lo que alentaría a mantener e incluso incrementar sus colocaciones a plazo fijo.

Pero el hecho de que los depósitos no hayan disminuido no significa que hayan sido una opción preferida al dólar. Muy lejos de ello, en los últimos tres años ha habido una dolarización de carteras descomunal. Se calcula que la cantidad de activos externos fuera del sistema financiero local (en bancos del exterior, en cajas de seguridad, etc.) rondan los 170.000 millones de dólares. Por supuesto que la tasa de interés real negativa no es el motivo principal de la fuga.

La muy limitada gravitación del sistema bancario para captar ahorros que le permitan ofrecer crédito a mediano y largo plazo no ha sido óbice para que reconstruyan un negocio muy rentable luego de la hecatombe de principios de siglo. A partir de 2005 los bancos privados vienen obteniendo ganancias crecientes que casi se decuplicaron, desde 650 millones de pesos hasta 6.000 millones el año pasado. Y en los primeros cuatro meses de 2010 ya acumulan beneficios por 2.070 millones, con un alza del 27 por ciento respecto de igual período de 2009.

Ante la escasez de financiamiento a mediano y largo plazo que se fondee con depósitos de duración prolongada, surge como necesidad urgente que el Estado asuma ese función con mucho más convencimiento y recursos que hasta ahora. El anuncio del Programa de Financiamiento Productivo que asigna 8.000 millones de pesos de redescuentos del Banco Central para otorgar créditos en pesos a cinco años de plazo a una tasa fija del 9,9 por ciento anual, es un paso adelante en el camino correcto. Pero nada más que un avance en un largo trecho para recorrer.

Por Marcelo Zlotogwiazda - http://www.elargentino.com

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