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20 junio 2010

OPINIÓN: El Gobierno avanza en su estrategia de “devaluar sin devaluación”


20-6-2010 - Imposibilitado de tocar el tipo de cambio nominal para recuperar la competitividad perdida, se echa mano a un Plan B que frene el drenaje de dólares y mitigue el aumento de costos para las empresas. Por qué los analistas son escépticos

Industriales que temen a la competencia importada, exportadores que se quejan de su escasa rentabilidad, empresas con costos crecientes y productos con precios que empiezan a ser caros, en comparación con el resto del mundo.

Esos son los síntomas, y no dejan dudas sobre el diagnóstico: la economía argentina pierde competitividad. En situaciones “normales”, se echaría mano el remedio más rápido y efectivo para estos casos: devaluar la moneda.

Pero ocurre que en el “modelo 2010” esta medida prácticamente no tiene margen para ser usada sin generar un agravamiento de la inflación.

Por lo tanto, empieza a delinearse una estrategia en la que, a través de diversas herramientas, se busca generar los mismos efectos reactivantes de una devaluación, pero sin tocar el tipo de cambio nominal.

“Devaluar sin devaluación” es, entonces, el lema de la nueva etapa.

Y se trata de una política con cierta urgencia, ya que el deterioro que se observa en la capacidad competitiva de algunos sectores de la actividad es acelerado. Un reciente informe de la consultora Finsoport, que dirige el ex viceministro de Economía Jorge Todesca, señala que hay industrias cuya ecuación de precios y costos ya está peor que en 1998, cuando empezó la fase recesiva de la convertibilidad.

Señala entre los más comprometidos a los sectores que abastecen al mercado interno y sufren la competencia de la importación. Específicamente a las industrias textil, de indumentaria, de electrónica, de transporte y de mobiliario.

Y advierte que la debilidad de estos sectores es tan grande que “significaría, de no mediar mayores limitaciones al ingreso de productos foráneos por parte del Gobierno Nacional, un probable retroceso de la presencia de la producción nacional en el mercado”.

El tema está transformándose en el centro de las preocupaciones de los principales analistas, como Miguel Kiguel, el titular de la consultora Econviews, quien dedicó un extenso reporte a responder la pregunta: “¿Estamos volviendo a los ’90?”.

Tras analizar el problema de la competitividad desde varios ángulos, Kiguel concluye que, efectivamente, la economía argentina se encontrará muy pronto en la misma situación que la que se vivía en tiempos del “uno a uno”.

“Y eso no debería significar una buena noticia, especialmente porque la inflación es alta y cualquier intento de moderarla implicaría una fuerte apreciación de la moneda”, afirma.

Incluso economistas cercanos al Gobierno admiten los problemas de competitividad. Es el caso de Eduardo Curia, que pese a ser un notorio defensor del tipo de cambio alto, reconoce que en el contexto actual “no existe margen para devaluar en serio”.

Escéptico sobre la posibilidad de que la recuperación de la competitividad se busque mediante una moderación de las subas salariales, Curia cree que “ahora viene toda una parafernalia conceptual, que ya empezó con las medidas para abaratar el crédito, y que se podrá acentuar con otras en el plano impositivo”.

“En definitiva, se instala el tema de devaluar sin devaluar”, indica Curia, sin ocultar el escaso entusiasmo que le provocan estas propuestas.

La fórmula
La política de “devaluar sin devaluación” se compone de una serie de medidas, entre las que se destacan:

* El "cerrojo" a las importaciones. El deterioro de la balanza comercial es un síntoma clásico de un atraso cambiario. En la Argentina, a pesar de la cosecha agrícola récord, las exportaciones no crecen a un ritmo tan fuerte como las importaciones que, en el primer cuatrimestre, con 37%, tuvieron una tasa que triplicó a las ventas al exterior.

La aplicación de trabas al comercio es un remedio clásico cuando se busca el doble propósito de proteger a las industrias más débiles y mantener una fuente de reservas para el Banco Central.

En un principio, se había limitado a los cupos mediante las llamadas “licencias no automáticas”. Luego se agregaron medidas antidumping para productos cuyo precio se ubicaba debajo de un determinado nivel y finalmente se aplicó una traba informal consistente en “sugerencias” a las cadenas comerciales para no importar productos en los rubros donde hubiera oferta local.

Esta estrategia fue defendida por la presidenta Cristina Kirchner, quien recordó que prácticamente no hay país en el mundo que no aplique restricciones.

* El crédito a tasas subsidiadas. La inversión suele ser la primera víctima que se cobra la pérdida de competitividad. Después de haber tenido tasas en torno del 24% del PBI, el actual nivel de inversión (15%) luce muy exiguo como para sostener una economía que quiera crecer a “tasas chinas” sin generar cuellos de botella.

Y la disposición a efectuar desembolsos sigue siendo baja, aun cuando la liquidez del sistema bancario está en uno de sus niveles más altos. En un intento por incentivar la inversión, se anunció una línea crediticia con tasa de interés subsidiada, a ser financiada con las reservas del Banco Central.

* Controles en el mercado de cambios. Un saldo de balanza comercial que disminuye, al tiempo que la compra de dólares por parte del público aumenta, implica muy malas noticias para el Gobierno. La consecuencia es un estancamiento y posible reducción de las reservas del Banco Central, justo en un momento en el que aumentan las obligaciones financieras externas.

Un fuerte colchón de reservas le permite al Gobierno sostener el nivel de gasto público que contribuye a mantener alto el nivel de actividad y financiar subsidios.

Las nuevos requisitos para la compra de dólares, tanto de los minoristas como de las empresas, tienen el objetivo de moderar la fuga de capitales. La primera reacción del mercado, como es típico en estas situaciones, fue una suba de la cotización en la plaza informal, tanto el del dólar “blue” como en el “contado con liqui” utilizado por las empresas.

* Mayor retraso tarifario. Para una economía cuyos costos laborales y de insumos van en ascenso, el virtual congelamiento de tarifas de servicios públicos constituye un alivio que permite mitigar la pérdida de competitividad y mantener márgenes de rentabilidad.

Es cierto que el sector empresarial no tiene el mismo retraso que el residencial, pero los precios siguen ubicándose por debajo de la media internacional.

Los subsidios, contradiciendo declaraciones que los funcionarios habían hecho durante 2009, no muestran signos de disminuir. Más bien todo indica que las tarifas no aumentarán en términos de dólares.

Kiguel calcula que los precios del mercado global se ubican un 50% por encima del argentino en petróleo y derivados, un 310% en electricidad y un 400% en gas natural.

Y destaca que el monto destinado a este esquema de subsidios es coincidente con el ingreso que tiene el fisco por concepto de retenciones a la soja, de lo que podría deducirse que la política energética del Gobierno también depende de manera directa de la exportación agrícola.

Mal pronóstico
El gran interrogante es si estas medidas alcanzan para compensar una pérdida de competitividad que se acentúa con el paso de los días.

Y las opiniones de los analistas apuntan a que no resuelven el problema de fondo.

El economista jefe del Banco Ciudad, Luciano Laspina, destaca en un trabajo de la entidad, que el Gobierno se torna cada vez más dependiente de los buenos precios de los commodities agrícolas, al punto que el saldo comercial desaparecería si no fuera por las condiciones favorables del mercado.

“Cuando se excluye el efecto de los aumentos en los precios de exportación y se miden las cantidades exportadas e importadas, el balance comercial comenzó a ser deficitario en 2008 y volvería a serlo en 2010”, afirma.

En tanto, para Kiguel estas medidas entrañan el riesgo de fomentar la inflación, además de poner en riesgo la relación bilateral con los países cuyas mercaderías de exportación se vieran afectadas.

El economista José Luis Espert también manifiesta una visión poco alentadora.

“Vamos a ver un mayor cierre de la economía, más controles de cambio, es probable que haya otro tipo de medidas para complicar el giro de utilidades al exterior. Cualquier cosa con tal de devaluar sin tocar el tipo de cambio. Hasta ahora las medidas no han mostrado el efecto buscado”, afirma.

Justifica su escepticismo en los últimos números del comercio exterior, que muestran un vigoroso crecimiento de las importaciones, a pesar de los cupos de mercado.

“Puede ser que haya habido éxito en proteger a las industrias menos relevantes en cuanto al valor agregado, como la textil, que le va a levantar un monumento a los Kirchner”, señala Espert, un crítico acérrimo de las políticas industrialistas.

En este sentido, en la Fundación ProTejer argumentan que el aumento de la producción local no ha sido producto de una sustitución de importaciones al viejo estilo, sino que la clave ha sido el incremento en la demanda interna. El pronóstico es que este año las importaciones textiles se ubiquen en u$s1.500 millones, lo que implica un 40% más que en 1998, cuando se produjo el pico importador de la convertibilidad.

En cuanto al intento de incentivar la inversión mediante el subsidio al crédito, la expectativa es modesta. Kiguel califica esta medida como “ingenua” por suponer que puede tener el efecto inmediato de generar inversiones y un aumento de la producción.

“En realidad, este es un proceso mucho más complejo y demanda mucho más tiempo, en el que inicialmente lo que hay es un aumento de la demanda (para construir nuevas plantas o instalar nuevas máquinas) y en el que la producción sólo puede crecer luego de un tiempo”, indica Kiguel, para quien, una vez superada la fase de rebote post-recesión, será difícil crecer a una tasa superior al 4% del PBI.

"Nunca visto"
Lo que queda en claro es que las dificultades para revertir la apreciación del peso son de tal magnitud que, en todo el arco de opiniones de los economistas, prácticamente no hay quien crea que las medidas oficiales puedan surtir un efecto sustancial.

“Puede haber margen de acción en el corto plazo, pero creo que vamos a una descomposición muy marcada de la competitividad y no hay herramienta capaz de evitar el deterioro”, sostiene Curia, para quien la clave pasa por encuadrar los salarios de manera que no alienten una expectativa de mayor inflación.

Desde una postura ideológica opuesta, el ex ministro de Economía Ricardo López Murphy hace casi la misma predicción: “Vamos hacia un atraso cambiario nunca visto”.

Por estos días empezaron a escucharse predicciones en el sentido de que está por desaparecer uno de los pilares de la administración Kirchner: el superávit de la cuenta corriente (es decir, dejarán de ser más los dólares que entran que los que salen).

Eduardo Levy Yeyati, director de la consultora Analytica, pronostica que esa situación (que suele interpretarse como una señal de atraso cambiario) se dará en 2012.

Y opina que esa pérdida de márgenes de liquidez llevará al país a la situación de volver a depender del ingreso de capitales externos.

“Después de pagar durante años a expensas de reducir nuestros márgenes, en 2012 toca pedir prestado. De este modo, activaríamos el único margen que nos queda, y del que hoy no podemos sacar provecho”, afirma.

Desde Ieral, el instituto dirigido por el economista Jorge Vasconcelos, también se hace una predicción en la línea de una caída del tipo de cambio real. Una situación que no puede sostenerse sin un ingreso de capitales, una suba de la productividad o mayores aumentos de los precios agrícolas.

“Dado que ninguna de las premisas anteriores se espera que ocurran en el corto plazo, la probable trayectoria decreciente del tipo de cambio real resulta preocupante”, advierte.

En definitiva, las conclusiones es que la dificultad de la economía reside en que “el modelo” funcionaba correctamente con una lógica de salarios bajos, medidos en dólares, que es cada vez más difícil de sostener.

Los pronósticos sobre tipo de cambio real señalan que de aquí a un año se habrá alcanzado una paridad equivalente a la que había en diciembre de 2001. Es decir, la expectativa es de problemas en el horizonte, mientras el Gobierno prueba suerte con su plan B.

Fernando Gutiérrez - © iProfesional.com

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