5-6-2010 - A mediados de 2006, una empresa pequeña de sistemas crecía a buen ritmo, tenía 30 empleados y planeaba tomar diez más antes de que terminara el año. Fue por entonces que un operario del área administrativa cometió un error fatal: en vez de enviarle la planilla de sueldos sólo a su jefe, incluyó en el mail a todos los integrantes de la compañía.
La reacción fue inmediata y catastrófica para la firma. En el transcurso de un mes, siete empleados se habían ido y el clima laboral se volvió tóxico. Un mail equivocado resultó el equivalente a tirar gas mostaza en el medio de la oficina: enterarse de que el vecino de trabajo gana más que uno por una tarea que se considera de menor valor resultó ser algo sencillamente intolerable.
La historia es real y muestra hasta que punto es válida una “disonancia cognitiva” cad a v e z m á s estudiada por la economía del comport a m i e n t o y los expertos en Teoría de la Decisión: t e n d e m o s a prestarle una excesiva atención al contexto cercano, que nos rodea, e ignoramos el “bosque” (o el promedio general), como el principio de racionalidad de la economía neoclásica sugeriría.
Para explicar esta falla sistemática, los profesores de economía del comportamiento, la rama que toma enseñanzas de la psicología, suelen empezar mostrando un gráfico clásico de ilusión óptica: un círculo rodeado de círculos más chicos parece a simple vista más grande que uno que alrededor tiene figuras circulares de mayor tamaño. “Lo mismo sucede con la comparación de alternativas en nuestro proceso de decisión”, sostiene Daniel Ariely, experto en economía y temas cognitivos.
Hay un ejemplo citado por Ariely para ilustrar esta conducta: supongase que una farmacia pretende cobrar por un cepillo de dientes 20 pesos, y se sabe que a dos cuadras hay otro local que lo cobra $ 10, la mitad. Lo más probable es que el consumidor camine la distancia en cuestión, indignado con la diferencia del 100% en el mismo producto.
Ahora bien: supóngase que la misma persona se entera de que una campera que está comprando por $ 470 en un local sale $ 460 en otro negocio a 200 metros. No se molestará en caminar para ahorrarlos, o al menos lo más probable es que no lo haga.
En los dos casos, la diferencia monetaria es igual (10 pesos), pero las conductas que se generan son distintas, porque las comparaciones se hacen en base a la proporción al valor del producto que se está comprando. “La información relevante a considerar”, señala Ariely, “es si mi tiempo utilizado para caminar dos cuadras vale 10 pesos o no”.
“Aquí hay varios sesgos operando”, explica Ernesto Weissmann, profesor de Teoría de la Decisión de la UBA y director de Tandem, “uno de ellos es el de `cuentas mentales’: no consideramos de la misma forma a cada peso que tenemos en el bolsillo”.
Así como la vista puede ser engañada por ilusiones ópticas, la mente puede ser embaucada por ilusiones cognitivas.
Sebastián Campanario - http://blogs.clarin.com
La reacción fue inmediata y catastrófica para la firma. En el transcurso de un mes, siete empleados se habían ido y el clima laboral se volvió tóxico. Un mail equivocado resultó el equivalente a tirar gas mostaza en el medio de la oficina: enterarse de que el vecino de trabajo gana más que uno por una tarea que se considera de menor valor resultó ser algo sencillamente intolerable.
La historia es real y muestra hasta que punto es válida una “disonancia cognitiva” cad a v e z m á s estudiada por la economía del comport a m i e n t o y los expertos en Teoría de la Decisión: t e n d e m o s a prestarle una excesiva atención al contexto cercano, que nos rodea, e ignoramos el “bosque” (o el promedio general), como el principio de racionalidad de la economía neoclásica sugeriría.
Para explicar esta falla sistemática, los profesores de economía del comportamiento, la rama que toma enseñanzas de la psicología, suelen empezar mostrando un gráfico clásico de ilusión óptica: un círculo rodeado de círculos más chicos parece a simple vista más grande que uno que alrededor tiene figuras circulares de mayor tamaño. “Lo mismo sucede con la comparación de alternativas en nuestro proceso de decisión”, sostiene Daniel Ariely, experto en economía y temas cognitivos.
Hay un ejemplo citado por Ariely para ilustrar esta conducta: supongase que una farmacia pretende cobrar por un cepillo de dientes 20 pesos, y se sabe que a dos cuadras hay otro local que lo cobra $ 10, la mitad. Lo más probable es que el consumidor camine la distancia en cuestión, indignado con la diferencia del 100% en el mismo producto.
Ahora bien: supóngase que la misma persona se entera de que una campera que está comprando por $ 470 en un local sale $ 460 en otro negocio a 200 metros. No se molestará en caminar para ahorrarlos, o al menos lo más probable es que no lo haga.
En los dos casos, la diferencia monetaria es igual (10 pesos), pero las conductas que se generan son distintas, porque las comparaciones se hacen en base a la proporción al valor del producto que se está comprando. “La información relevante a considerar”, señala Ariely, “es si mi tiempo utilizado para caminar dos cuadras vale 10 pesos o no”.
“Aquí hay varios sesgos operando”, explica Ernesto Weissmann, profesor de Teoría de la Decisión de la UBA y director de Tandem, “uno de ellos es el de `cuentas mentales’: no consideramos de la misma forma a cada peso que tenemos en el bolsillo”.
Así como la vista puede ser engañada por ilusiones ópticas, la mente puede ser embaucada por ilusiones cognitivas.
Sebastián Campanario - http://blogs.clarin.com
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