14-7-2010 - Una eventual salida de Grecia del bloque alentaría a otros países a hacer lo mismo.
El aspecto más significativo de la crisis de la eurozona es que ya no es nulo el riesgo de que el bloque se quiebre. Quienes apoyan al euro reconocen que existe la posibilidad de que un miembro pueda renunciar y que eso podría ayudar a mantener la divergencia de los spreads en los mercados de bonos.
Durante una década, el euro ofreció crédito barato para impulsar un auge económico. Ahora, Grecia, Portugal, Irlanda y España -los mayores beneficiarios del euro- enfrentan años de austeridad que les permitirán recuperar la competitividad perdida. En algún punto, uno de ellos podría decidir que ya no vale la pena tal sufrimiento por el euro.
No existe ningún mecanismo formal de salida, por lo que habrá que inventar alguno si surgiera la necesidad. Eso hace que una decisión política sea también económica y financiera. Los euroescépticos subestiman el compromiso político hacia el proyecto de la eurozona. Pero ese compromiso quizás no sea lo que solía ser, en especial en Atenas. Grecia es el menos integrado de los viejos miembros de la Unión Europea y la hostilidad de sus “amigos” de la UE cuando estalló la crisis poco pudo haber ayudado. Es el eslabón más débil de la eurozona. La partida de Grecia liberaría al bloque de un miembro menos que óptimo y alentaría aún más a los otros a hacer lo que sea necesario para evitar el mismo destino.
No es fácil sopesar el severo shock que provocaría una devaluación instantánea y la esperanza de un mayor crecimiento más adelante como resultado de un aumento de la competitividad. ING estima que la economía griega se contraería 7,5% en 2011 si saliera del euro a fines de este año (en término nominales).
Los pronósticos actuales indican que la declinación sería de sólo 2% si se mantiene dentro del euro. Por supuesto, la falta de competitividad, las fuertes deudas y las medidas de austeridad resultantes probablemente posterguen más una recuperación económica, pero es imposible estar seguro de ello.
Mientras crecen las dudas sobre su sustentabilidad, la eurozona se ampliaría para incorporar a Estonia a partir de enero. Pero se despertó la posibilidad de que se produzca una salida. Las autoridades que fijan políticas deberían al menos estar preparados para eso.
Traducción: Mariana I. Oriolo - FINANCIAL TIMES, EXCLUSIVO CRONISTA.COM
El aspecto más significativo de la crisis de la eurozona es que ya no es nulo el riesgo de que el bloque se quiebre. Quienes apoyan al euro reconocen que existe la posibilidad de que un miembro pueda renunciar y que eso podría ayudar a mantener la divergencia de los spreads en los mercados de bonos.
Durante una década, el euro ofreció crédito barato para impulsar un auge económico. Ahora, Grecia, Portugal, Irlanda y España -los mayores beneficiarios del euro- enfrentan años de austeridad que les permitirán recuperar la competitividad perdida. En algún punto, uno de ellos podría decidir que ya no vale la pena tal sufrimiento por el euro.
No existe ningún mecanismo formal de salida, por lo que habrá que inventar alguno si surgiera la necesidad. Eso hace que una decisión política sea también económica y financiera. Los euroescépticos subestiman el compromiso político hacia el proyecto de la eurozona. Pero ese compromiso quizás no sea lo que solía ser, en especial en Atenas. Grecia es el menos integrado de los viejos miembros de la Unión Europea y la hostilidad de sus “amigos” de la UE cuando estalló la crisis poco pudo haber ayudado. Es el eslabón más débil de la eurozona. La partida de Grecia liberaría al bloque de un miembro menos que óptimo y alentaría aún más a los otros a hacer lo que sea necesario para evitar el mismo destino.
No es fácil sopesar el severo shock que provocaría una devaluación instantánea y la esperanza de un mayor crecimiento más adelante como resultado de un aumento de la competitividad. ING estima que la economía griega se contraería 7,5% en 2011 si saliera del euro a fines de este año (en término nominales).
Los pronósticos actuales indican que la declinación sería de sólo 2% si se mantiene dentro del euro. Por supuesto, la falta de competitividad, las fuertes deudas y las medidas de austeridad resultantes probablemente posterguen más una recuperación económica, pero es imposible estar seguro de ello.
Mientras crecen las dudas sobre su sustentabilidad, la eurozona se ampliaría para incorporar a Estonia a partir de enero. Pero se despertó la posibilidad de que se produzca una salida. Las autoridades que fijan políticas deberían al menos estar preparados para eso.
Traducción: Mariana I. Oriolo - FINANCIAL TIMES, EXCLUSIVO CRONISTA.COM
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