Europa acaba de sacar un conejo de la galera casi sobre la hora del fin de la función. Cuando se enciendan las luces, posiblemente se advierta que no es un conejo ni quede muy claro de qué se trata.
Pero fue un movimiento desesperado para torcer el tren antes del choque. El martes, Grecia debe salir a buscar fondos para enfrentar pagos por 1.200 millones de euros, una insignificancia atento a su enorme pasivo de 300 mil millones, pero es un punto límite del derrumbe. Si los mercados le vuelven a dar la espalda, como lo acaban de hacer, todo será inevitable. Este conejo virtual trata de mostrar que hay otros mundos.
Es, en verdad, un paso más en el plan que Alemania impuso a Francia y al resto de la zona euro hace sólo unos pocos días. Aquel acuerdo del 25 de marzo preveía ayudas excepcionales y muy condicionadas a Grecia pero esencialmente buscó dejar claro al mundo financiero que ahí estaba el liderazgo real de la eurozona sosteniendo la mano del pequeño socio en problemas. La presencia del FMI, exigida también por Berlín en contra de la opinión de París y del Banco Central Europeo (BCE), fue el símbolo de que no había límites de hasta donde se pretendía llegar. Pero no fue suficiente. Armado con esas palmadas en la espalda, el primer intento griego de colocar bonos a diez años encontró financiación pero a un costo explosivo de 7,4%, más del doble de la tasa de referencia de Alemania. De inmediato la calificadora Fitch bajó a nivel basura (junk) la deuda griega, alertando la cercanía del default.
¿Qué diferencia el anuncio de ayer del de fines de marzo? En aquel no había cifras. En éste se habla de 30 mi millones de euros por parte de Europa y otros 10 mil o 15 mil, del FMI. La primera parte de esos fondos, los que desembolsaría la eurozona, serán líneas a tres años con una tasa de 5%. Los del Fondo, igual plazo pero más barato, 3%. Grecia se congratuló, pero aclaró que aún no ha decidido pedir esa ayuda y dio a entender que no lo hará. Y el comisario de Asuntos Económicos de la UE, Olli Rehn, se apuró a aclarar que en Bruselas ciertamente esperaban "que no fuera necesario". Habría que ver qué sucedería si el gobierno socialista heleno se presenta en la ventanilla. Atenas necesita 11 mil millones de euros para vencimientos de mayo y poco más de 40 mil millones antes de diciembre. El mensaje de ayer tuvo un destino claro en los mercados para que financien a Grecia con el argumento de que hay un respaldo consistente y hasta sugirieron a que tasa deben hacerlo. El problema es que los salvatajes suelen ser con el dinero puesto como debió hacer EE.UU., donde lo virtual se diluyó rápidamente frente a la crisis.
Es sugerente el silencio de Alemania. Si esto fuera como se ha dicho, Berlín debería colocar 8.000 millones de euros según la proporción de su economía en relación a la contribución al BCE. Sería un giro notable en la posición de Angela Merkel, llamativo si se tiene en cuenta que el 9 de mayo hay elecciones regionales en ese país y es fuerte el sentimiento nacional -erróneo y peligroso, es cierto- en contra de cualquier ayuda a la atribulada Grecia.
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