7-8-2010 - Aquí hay una idea nueva: someta a los bancos a un test de esfuerzo por un colapso inmobiliario antes de que ocurra. Los precios residenciales en las principales ciudades chinas apenas se movieron en junio, pero se comenta que los reguladores están ordenando a los bancos que evalúen el impacto de una caída del 60%.
Algo de nerviosismo se justifica. La propiedad de la vivienda tiene apenas tres décadas en China, pero el país ya ha sufrido unos cuantos auges y caídas.
Locales enriquecidos y extranjeros buscando resquicios para acceder a activos denominados en yuanes se han apresurado a comprar en florecientes ciudades costeras. Edificios nuevos se levantan de un día para otro, pero algunos permanecen vacíos, suficientes para albergar a 200 millones de personas, si uno le cree a la entusiasta prensa local.
De ahí la serie de medidas diseñadas para contener la especulación, como requerimientos de pies iniciales más altos para segundas y terceras viviendas, los últimos introducidos en abril.
Como en el resto del mundo, los bancos corren el riesgo. Siguen extendiendo créditos frescos: en Beijing se rumorea que la cuota de este año de US$ 1,1 billón podría ampliarse. La décima parte (y creciendo) de los préstamos comerciales de los cuatro grandes bancos van a propiedades. Un colapso en la vivienda causaría problemas más allá de préstamos a desarrolladores: afectaría a las hipotecas y a la industria de la construcción en general. Este es el dilema para Beijing tanto como para los bancos: anule el mercado inmobiliario y se reduce el crecimiento económico.
Los precedentes apoyan a Beijing. Ya logró una baja en los precios de casi 15% respecto de fines de 2007 antes de la subida del año pasado. Una declinación parecida ahora devolvería, en general, los precios al máximo anterior de 2007.
Por su parte, el gobierno busca mantener a los trabajadores de la construcción en sus puestos con grandes proyectos de vivienda social. Los que luce como socialismo clásico con características capitalistas no es gran consuelo para los bancos. Ya están terriblemente expuestos a proyectos gubernamentales dudosos sin tener que tomar más de lo mismo.
FINANCIAL TIMES, EXCLUSIVO CRONISTA.COM
Algo de nerviosismo se justifica. La propiedad de la vivienda tiene apenas tres décadas en China, pero el país ya ha sufrido unos cuantos auges y caídas.
Locales enriquecidos y extranjeros buscando resquicios para acceder a activos denominados en yuanes se han apresurado a comprar en florecientes ciudades costeras. Edificios nuevos se levantan de un día para otro, pero algunos permanecen vacíos, suficientes para albergar a 200 millones de personas, si uno le cree a la entusiasta prensa local.
De ahí la serie de medidas diseñadas para contener la especulación, como requerimientos de pies iniciales más altos para segundas y terceras viviendas, los últimos introducidos en abril.
Como en el resto del mundo, los bancos corren el riesgo. Siguen extendiendo créditos frescos: en Beijing se rumorea que la cuota de este año de US$ 1,1 billón podría ampliarse. La décima parte (y creciendo) de los préstamos comerciales de los cuatro grandes bancos van a propiedades. Un colapso en la vivienda causaría problemas más allá de préstamos a desarrolladores: afectaría a las hipotecas y a la industria de la construcción en general. Este es el dilema para Beijing tanto como para los bancos: anule el mercado inmobiliario y se reduce el crecimiento económico.
Los precedentes apoyan a Beijing. Ya logró una baja en los precios de casi 15% respecto de fines de 2007 antes de la subida del año pasado. Una declinación parecida ahora devolvería, en general, los precios al máximo anterior de 2007.
Por su parte, el gobierno busca mantener a los trabajadores de la construcción en sus puestos con grandes proyectos de vivienda social. Los que luce como socialismo clásico con características capitalistas no es gran consuelo para los bancos. Ya están terriblemente expuestos a proyectos gubernamentales dudosos sin tener que tomar más de lo mismo.
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