La mayoría de los gerentes de bancos se preocupan por los préstamos incobrables o por un retiro masivo de los depósitos. Luzia Moraes tiene que preocuparse por goteras, bandidos y tormentas de lluvia que ahuyentan a los clientes durante semanas.
Moraes, según The Wall Street Journal, una ex ama de casa de 43 años, se encuentra al mando de un nuevo y osado emprendimiento en Brasil: es la gerente de la primera sucursal bancaria flotante en el sistema de ríos del Amazonas.
Desde un barco, vende servicios bancarios en una frontera donde la gente no tiene demasiado dinero, mucho menos experiencia con cajeros automáticos, cuentas de ahorro o préstamos personales.
Además de albergar una filial bancaria y llevar pasajeros, el Voyager III, de unos 40 metros de eslora y tres cubiertas, almacena 500 toneladas de frijoles, pollo, blanqueador y otra mercancía que vende a lo largo de un trayecto de más de 1.600 kilómetros.
Cada dos semanas, junto con unos 200 pasajeros, Moraes sube al barco para iniciar un viaje de nueve días desde la Amazonia brasileña central hacia afluentes llenos de lodo cerca de la frontera con Colombia y Perú.
Mientras los pasajeros cuelgan hamacas, ella coloca un cartel rojo sobre su filial, un pequeño armario que hasta hace poco era un depósito.
En una región en donde los aldeanos viajan durante días para llegar a un mercado o un hospital, la filial ofrece servicios que incluyen cuentas de ahorro y cuentas corrientes, préstamos personales y depósitos directos del gobierno para empleados públicos, pensionados y los pobres.
La oficina consiste en Moraes, su computadora portátil, una impresora y un cajero automático.
"La gente no sabe qué pensar", afirma Moraes, "Pero no es difícil explicar que un banco puede facilitar las cosas".
Un crecimiento modesto pero constante en la mayor economía de América Latina durante la última década catapultó a millones de brasileños pobres a la clase media.
Lanzada en noviembre por Banco Bradesco SA, operador de la red de banca minorista más grande del país, la iniciativa de la sucursal del río muestra hasta qué punto la economía en constante cambio llegará a todos los rincones de Brasil.
La cantidad de cuentas bancarias en Brasil se ha triplicado en la última década de 42 millones en 1997 a casi 126 millones a fines de 2008, según la Federación Brasileña de Bancos. De todos modos, hay por lo menos 50 millones de brasileños "no bancarizados".
Bradesco ha llegado a los niveles más bajos de la pirámide económica y en los últimos años se convirtió en el primer banco en abrir sucursales en favelas alrededor de las grandes ciudades como Rio y São Paulo.
"Al final, todos los bancos se preocuparán por estas personas", afirma Odair Rebelato, el ejecutivo a cargo de los esfuerzos minoristas de Bradesco.
En menos de cuatro meses, más de 300 clientes abrieron cuentas en el banco flotante. Otros más lo hicieron durante los viajes que Moraes hace en canoas y balsas a las aldeas por donde no alcanza a pasar el barco.
Los dueños del Voyager III fueron víctimas de un robo a mano armada hace unos años. El banco les permite "descargar" hasta 800.000 reales en efectivo (unos US$460.000) recaudados a través de las ventas que hacen durante cada viaje.
La sucursal, que permanece conectada vía satélite a los servidores de Bradesco, usa el efectivo del flujo de caja del barco para financiar retiros y préstamos y luego envía reembolsos, más una pequeña comisión por transacción, a la cuenta del barco.
Con conocimiento de causa
Moraes nació y se crió en Benjamin Constant, un pueblo cercano a Perú. Tuvo su primera cuenta bancaria a los 30 años. Tras abandonar el colegio a los 16 años y tener tres hijos, en 1997 decidió dejar a su esposo y comenzar su propia carrera.
Obtuvo un certificado de equivalencias de la secundaria y consiguió un empleo como oficinista, para luego ascender hasta cajera bancaria.
El año pasado, ejecutivos de Bradesco eligieron a Moraes, una local familiarizada con los hábitos en el río, como la primera gerente.
En una mañana reciente, Moraes, una mujer baja con cabello largo, se subió a una lancha rápida para realizar un viaje de 10 minutos hasta Bom Caminho, una comunidad de 800 personas. Se presentó ante el cacique local, quien ordenó que una maestra anunciara su presencia.
Al cabo de pocos minutos, una decena de personas se reunió en la entrada de una cabaña cercana, su improvisada oficina. Cuando los aldeanos preguntaron qué necesitaban para abrir una cuenta, Moraes les explicó que el banco no pide un depósito inicial, sólo un documento de identidad, número de contribuyente fiscal, y prueba de domicilio, como un recibo del agua.
"No tenemos agua", indicó el cacique, con una gorra de béisbol.
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