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08 marzo 2010

OPINIÓN: Los terremotos en nuestro sistema monetario

Chile atraviesa una situación difícil. Es sabido que las placas tectónicas del planeta recurrentemente se desplazan, dando lugar en algunas zonas a permanente actividad sísmica. Chile está expuesto a esa incertidumbre, que de vez en cuando se materializa con graves consecuencias en materia de vidas y de sufrimiento humano. Hay maneras de lidiar con ese fenómeno natural: construcciones antisísmicas como prevención, y planes de contención sanitarios, materiales y humanos para los habitantes afectados. Hay cosas que han funcionado bien y otras que no en este nuevo episodio en el país vecino, pero lo que es seguro es que sus dirigentes tomarán nota de las falencias para tener mejores respuestas en el futuro. Nuestra solidaridad hacia los hermanos chilenos.

Nuestra economía también ha tenido en su historia recurrentes terremotos. A diferencia de los naturales, estos movimientos sísmicos son explicados por nuestros propios errores. La inflación ha sido una huella imborrable en la experiencia de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país, pero el matrimonio Kirchner parece no haber tomado nota de esto. En los últimos años esta actividad sísmica ha aumentado y esto se mide por inflaciones que desde 2005 han dejado de ser de un dígito. La “placa tectónica de la demanda” puede convivir bien si hay movimientos en la misma dirección y al mismo ritmo en la “placa tectónica de la oferta”. Pero si se despegan los ritmos, aparecen tensiones inflacionarias o deflacionarias, nunca deseables. El peor escenario es aquel en que las capas tectónicas chocan, ya que estamos ante la tan temida estanflación: inflación y estancamiento. Esto se da cuando el gobierno atenta contra la oferta por la torpeza de sus políticas y simultáneamente estimula la demanda.

Ya no hay dudas de que en lo que resta del mandato de Cristina Kirchner tendremos alta inflación. También es probable que el PBI del 2011 esté estancado en los niveles del PBI del 2008. Volvimos a las actividades sísmicas y hay que resignarse. Lo que no podemos permitir es que en lo que resta de su mandato el matrimonio presidencial dinamite las construcciones institucionales “antisísmicas”, luego de haber ya debilitado la contención social y nos ponga en riesgo de un terremoto monetario devastador.

La independencia del Banco Central en contexto. Sin moneda no hay desarrollo. Para crecer sostenidamente es necesario un medio de pago, una unidad de cuenta, una reserva de valor y un patrón de pagos diferido: las cuatro funciones de la moneda. ¿Cómo planificar, cómo proyectarse, cómo extender el horizonte temporal, sin crédito de largo plazo ni denominador común? La inflación destruye cada una de las cuatro funciones de la moneda.

Es por eso que la Carta Orgánica del Banco Central establece en su artículo tercero como “misión primaria y fundamental del Banco Central de la República Argentina preservar el valor de la moneda”. El mandato es claro: la estabilidad de precios entendida como un ritmo de inflación tan bajo y tan estable (predecible) que es ignorado por los agentes económicos al momento de tomar sus decisiones de ahorro, inversión y consumo.

La Constitución le atribuye al Congreso la obligación de “establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda”, y es por eso que en la carta orgánica del Banco Central se establece que “en la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera el Banco Central no estará sujeto a órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo Nacional”.

Por eso es que el Banco Central, la entidad en la que el Congreso delegó su propio mandato constitucional de regulación de la cantidad de dinero, tiene que estar más allá del calendario político y pensar en el largo plazo. No es casualidad que los mandatos de sus directores sean de seis años. La independencia del BCRA frente al Poder Ejecutivo se desprende de la tentación que siempre enfrentan los gobiernos de exagerar las expansiones de corto plazo en detrimento de la sostenibilidad de largo plazo. Esto lleva a que la mayoría de los bancos centrales del mundo sean independientes del poder de turno, algo a lo que los argentinos deberíamos ser doblemente sensibles, dadas las actividades inflacionarias “sísmicas” en nuestro pasado.

En los últimos 40 años nuestro país ha vivido recurrentes ciclos de alta inflación. El promedio de la década del 70 fue del 233% anual para el Índice de Precios al Consumidor, con picos anuales del 283% en el 75 y de 544% en el 76. En la década del 80, la inflación promedió el 666% anual, con picos del 772% en 1985 y más del 5.000% en la hiperinflación de 1989-90. Recurrentemente, la relación entre el Tesoro Nacional y el Banco Central se ensuciaba, convirtiéndose el segundo en proveedor de financiamiento del primero en lugar de custodia de la estabilidad de la moneda.

La inflación K. Desde el año 2005, las políticas monetaria y fiscal comienzan a generar un ciclo alcista en los precios. La inflación entra en los dos dígitos y se pierde la posibilidad de concretar la vuelta del crédito de largo plazo, a tasas fijas, bajas y en pesos. En lugar de corregir la política monetaria, las autoridades del Poder Ejecutivo, con la pasividad del Banco Central, comienzan desde fines de 2006 a minar la credibilidad de las estadísticas del INDEC. El Índice de Precios al Consumidor que mide la inflación en Capital Federal y el Gran Buenos Aires comenzó a ser manipulado para esconder la verdadera tasa de inflación. La manera más sencilla de desenmascararlo es comparando esa medición con la de las provincias que siguieron manteniendo la independencia en las suyas, ya que hasta 2006 la tasa de inflación promedio de ellas era muy similar a la del INDEC. El gráfico adjunto lo ilustra.

Son claras las evidencias de que el Banco Central empieza a tener afectadas sus cuentas y su balance por los problemas de financiamiento del gobierno nacional. Los “adelantos transitorios” constituyen un préstamo a la Tesorería que se caracteriza por no tener costo alguno para ésta y no generar rendimiento alguno para el BCRA. Es que estos adelantos son pensados como excepcionales, sólo para emergencias, pero este gobierno los utiliza siempre al máximo. Durante el ejercicio 2009 el BCRA transfirió al gobierno nacional utilidades contables, provenientes de la diferencia de cotización de sus activos externos, es decir, que no eran líquidas, ni realizadas. Sólo durante 2009, entre adelantos transitorios, utilidades y la contabilización de los derechos especiales de giro ($ 9.595 millones) remitidos por el FMI, el BCRA le transfirió al Tesoro más casi $ 20.000 millones, un 18% de la base monetaria existente a fines del año anterior. Para este año 2010, el Poder Ejecutivo planea hacerse de unos ¡$ 45.000 millones, equivalente al 36% de la base monetaria existente a fines de 2009!

Más recientemente, el decreto 20/10 y sus sucedáneos son un nuevo manotazo al balance del Banco Central. El Poder Ejecutivo “le ordena” (sic) al BCRA transferirle reservas internacionales. Para esto el Gobierno utiliza una definición de reservas de libre disponibilidad basada en los resabios legales de la convertibilidad. Pero un banco central que no es una caja de conversión tiene otras responsabilidades; no sólo la base monetaria, sino otros pasivos son esenciales para la instrumentación de la política cambiaria y monetaria, y contra todos ellos hay que comparar las reservas.

El rol de la oposición. La incertidumbre sobre el futuro es una condición inexorable de nuestra existencia. Pero lo que ocurra con el futuro es también contingente a nuestras decisiones en el presente, que derivan a su vez de nuestra memoria del pasado. Esta memoria obliga a mantener bien frescos los problemas que genera la inflación:

1. Sobre los que menos tienen (la equidad). Desde fines de 2004, el valor de la canasta básica creció un 150%. La indigencia y la pobreza, bien medidas, han subido ininterrumpidamente desde niveles elevadísimos. Un nuevo golpe inflacionario sobre esta realidad sería un terremoto social.

2. Sobre los indefensos (jubilados y planes sociales): la falta de ajustes que compensen la inflación real para los planes sociales y las jubilaciones es, una vez más, una forma de financiamiento del sector público absolutamente regresiva.

3. Sobre la clase media (el progreso): con inflación alta la clase media no puede ahorrar. Por un plazo fijo en un banco le pagan una tasa de interés que es la mitad de lo que le devora la inflación. Si quiere proteger sus ahorros comprando un bono indexado, ese bono ajusta con el índice de inflación Moreno y no por el verdadero. Tampoco encuentra financiamiento a largo plazo a tasas de interés fijas en pesos para refaccionar o comprar una vivienda.

A ese intento de vuelta al pasado inflacionario, debemos ofrecer calma, prudencia y realismo. No existen vencimientos significativos de la deuda con bonistas en los próximos meses así que no es cierto el riesgo de default que augura la Presidenta. La tasa de interés usurera que la Presidenta denuncia como excusa para avanzar sobre las reservas del BCRA no es producto de un complot internacional contra la Argentina sino el reflejo de la desconfianza interna y externa que provocan las políticas erradas del Gobierno, como la aceptación de la inflación, la represión de nuestras exportaciones, la presión sobre los jueces, el deterioro de la infraestructura de servicios públicos y recursos naturales, el manipuleo del INDEC, el desmantelamiento de los órganos de auditoría y control y la creciente exclusión social.

Brasil o Uruguay logran refinanciar su deuda a tasas inferiores al 6% y 7% respectivamente. La desconfianza nos cuesta cara y no es el resultado del default: en el 2005 Argentina pagaba la misma tasa de interés que Brasil. Le proponemos a la Presidenta que en vez de repetir la historia eligiendo el camino fácil del impuesto inflacionario –moralmente inaceptable en un país en el que la pobreza roza el 40%–, normalice el INDEC y revea el Presupuesto 2010 para sincerar las variables. Sólo así, y con la ayuda institucional de la oposición, podrá ir reduciendo las tasas de interés para refinanciar la deuda.

Fuente: Por Alfonso Prat Gay - criticadigital.com

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